“Hoy en día la mujer indígena es pilas, ya no es como antes que cualquiera la engañaba”

“Hoy en día la mujer indígena es pilas, ya no es como antes que cualquiera la engañaba”

En la sala de su casa en la Avenida Aguerrevere de Puerto Ayacucho, mientras por momentos juega con sus nietos, nos recibe Rizoleta Martínez, indígena del pueblo baré, nacida en 1966 en la comunidad Santa Rosa de Amanadona, municipio Río Negro, estado Amazonas.

Es madre de 2 hembras y un varón y abuela de 2 niños y una niña. Su marido, el papá de sus hijos, la dejó sola hace como 13 años nos relata, pero siempre la ayudó, cuenta con la determinación de quien no se ha dejado vencer por las adversidades.

Dice que tuvo una infancia feliz en su comunidad natal, de donde salió a los 19 años con su familia a San Carlos, la capital municipal y desde ahí tomó vuelo a Puerto Ayacucho. Cuenta que se vino a estudiar, pero recorrió parte del país trabajando hasta que se asentó definitivamente en la capital del estado Amazonas, donde vive desde hace poco más de 30 años.

¿Qué hiciste cuando llegaste a Puerto Ayacucho?

-Bueno me puse a estudiar, tenía una hermana aquí, me vine con ella, estuve estudiando y después de fui otra vez a Rio Negro.

¿Por qué te regresaste para Río Negro?

-Bueno por muchas cosas, mi hermana me dijo que me fuera para donde mis papás porque conchale ellos estaban solos allá.

¿Eran ustedes dos nada más?

-No, yo tenía hermanos más pequeños. En total somos como 7 hermanos.

¿En qué año te regresaste?

-Eso fue en el 85 (1985) por ahí.

Ajá, ¿Y entonces?

-Bueno de ahí conocí a una hermana (una monja) que estaba en Río Negro, era directora de la escuela y ella me preguntó que si yo quería venir a trabajar para Maracaibo, donde una hermana y yo le dije que sí y de ahí bueno salí, si salí.

¿Definitivo?

-Definitivo, fui, estuve en Maracaibo, después estuve en caracas, de allá me vine para acá otra vez y aquí bueno conocí al papá de mis hijos y aquí me quedé, eso fue entre el 89-90, por ahí. (1989-1990).

¿Te quedaste y más nunca regresaste?

-No si, después íbamos para vacaciones, pero ya después que mi mamá murió yo no fui más.

¿Y eso fue cuándo?

-Eso fue hace como 13 años. Y mi papá murió hace un año allá en San Carlos.

¿Y no regresaste ni a San Carlos ni a Santa Rosa?

-Nada, y no he podido, con las ganas pero no se puede, ahorita con esta situación no se puede, con los aviones los pasajes, ya no van como antes.

¿Y extrañas volver a tu comunidad?

-Sí, mucho oyó.

¿Desearías estar más allá que aquí?

-No, desearía solamente visitar y regresar otra vez

Rizoleta les cuenta a sus hijos de su infancia y dice que fue muy feliz al lado de sus padres, con sus costumbres de indígenas baré, en Santa Rosa de Amanadona, la comunidad donde vivió su niñez y juventud. Les recuerda las fiestas en honor a Santa Rosa de Lima, la patrona de su comunidad.

¿Tus hijos conocen tu comunidad?

-Bueno ellos cuando estaban pequeños si me los llevé pero ya casi no se acuerdan.

¿Pero te ocupas de que mantengan conocimientos de tu cultura?

-Si claro, a ellos les gusta oírme, contarles las cosas. Les he contado sobre los 9 días de las bonitas fiestas de Santa Rosa, 9 días de celebración de alegría. Eso antes era una fiesta muy alegre pero ya hoy en día eso se perdió.

Son 30 años que tiene esta indígena del pueblo baré en Puerto Ayacucho.

“Para los que no están acostumbrados es un poco difícil, que no está acostumbrado a las costumbres de la ciudad”, dice.

¿Y para ti fue difícil?

-Mira para mí fue lo primero, cuando yo vine por primera vez me fue difícil porque no estaba acostumbrada, pero si con los años uno se acostumbra a la vida de la ciudad.

¿Pero usted tiene la particularidad que ha conocido otras ciudades, grandes ciudades?

-Bueno sí yo estuve por allá, en Maracaibo trabajando con una monjita, estuve ahí varios meses, y de ahí me fui para Caracas, ahí sí estuve trabajando en casa de familia, cuidaba una niña, me contrataron para cuidar a una niña que la mamá le había fallecido. Y sí, por allá todo era chévere, calidad.

¿Y aquí en Puerto Ayacucho, qué has trabajado?

-Bueno ahorita soy obrera, trabajo en el Ministerio de Educación, tengo 13 años de servicio, trabajo en la Escuela Simón Bolívar.

¿Y con eso has mantenido a tus hijos?

-Bueno si, con eso he mantenido a mis hijos, y bueno con la ayuda del papá, porque aparte de que estamos separados él también ayuda mucho, ayuda a sus hijos. Tenemos separados como 13 años.

Y esa experiencia Rizoleta de terminar de levantar tu hogar tu sola, ¿Qué tal ha sido?

-Yo siempre le digo a mis hijas, esa experiencia que yo viví no me gustaría que ustedes las vivieran, es fuerte, pero uno sigue adelante, uno saca fuerza de donde no la tiene para levantar a sus hijos, que sus hijos no caigan en nada malo por ahí. He sacado fuerza guerrera para luchar, para seguir adelante

¿Y qué les has aconsejado?

-Yo siempre les he pedido que estudien, que se consigan un empleo y que no pasen por lo que yo pasé, porque cuando tuvimos la separación yo no tenía trabajo y eso fue difícil oyó. Me vi sola, que no hallaba que hacer, pero sin embargo busqué manera y logré conseguir un trabajo.

¿Sufriste Rizoleta?

-Sí, bastante, pero aquí estoy, todavía sigo luchando y le pido a Dios que me de mucha fuerza para seguir luchando por mis hijos.

¿Y cómo te decidiste a lo del empleo?

-Me paré un día y dije no, ya, así sea de lo que sea voy a conseguir un empleo y empecé y eso era que caminaba, y me llamaban para una reunión y tenía que ir para allá y así conseguí mi empleo. Trabajé como 6 meses sin conseguir pero nada, no me pagaron nada, pero tengo una hermana que me dijo retírate, tú lo que estás es perdiendo el tiempo y entonces me retiré y como al mes me llamaron a firmar contrato y eso fue una tremenda alegría.

¿Cómo ves a la mujer indígena en la actualidad, sobre todo en Puerto Ayacucho que se ven indígenas de muchas comunidades?

-Bueno ahorita la mujer indígena no está tan como en años pasados, que uno era inocente. Ahorita la mujer indígena es pilas, ahorita hay muchas indígenas que son estudiadas, saben, tienen mucha experiencia en muchas cosas, ahorita ya no es como antes que cualquiera la engañaba, ahorita es muy poco la que no sabe o no ha conocido la vida como tal.

¿Y esas indígenas que han estudiado han ayudado a las demás indígenas a proyectarse en la vida, en sus derechos, crees que ayudan a sus hermanas?

-Bueno para mi algunas sí y otras no, muy poco digo yo, porque de verdad hay muchas que necesitan ayuda y hay otras que pueden ayudar y no lo hacen.

Rizoleta Martínez no tiene certeza del futuro.

“Así como vamos, no sabría decirle que nos espera más adelante, imagínese usted”.

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